Nantes, 1º de mayo de 2014
Buenos días X,
Te mando lo prometido con los últimos desarrollos del conflicto. Efectivamente, el prefecto intentó llevar a cabo una demostración de fuerza la semana pasada. Estos son los detalles:
El lunes 14 de abril, los últimos ocupantes abandonaban su antigua casa de Saint-Jean du Tertre, al oeste de la ZAD. Unos empleados de Vinci colocaron en ella sistemas de detección conectados con la gendarmería, a la vista de todos los contestatarios. En cuanto se fueron, la casa fue reabierta y los aparatos de vigilancia desmontados. Cuatro ocupas se instalaron y otros dos dieron sus nombres para ser procesados, pues un proceso a menudo genera retrasos. Un alguacil pasó por allí el 15 de abril a fin de constatar “la infracción”; otro se presentó el 17 con una cita del tribunal para el día siguiente a las 14:00 horas.
El 18 de abril tuvo lugar el proceso entablado por el Estado y por Vinci, representados cada uno por un abogado. Estos “humanistas” centraron sus argumentos en la presencia en el tejado del hangar y la necesidad de “proteger” a los ocupas expulsándolos de allí cuanto antes. Veredicto del 22: expulsión inmediata, orden a ejecutar a partir del día 23.
El día 22 por la tarde en la ZAD: zafarrancho de combate, ya que la amenaza venía confirmada por informaciones seguras sobre la llegada de empleados de EDF y Véolia para cortar la luz y el agua el 23 por la mañana, por supuesto, escoltados por los gendarmes. Entre las 21:00 horas y las cuatro de la mañana los ocupas del bosquecillo de la ZAD se levantaron de la cama: los tractores salieron en todas las direcciones, llevando neumáticos, pilones y barreras de hormigón (escondidas durante meses), con el objetivo de levantar barricadas en todas las carreteras, a buena distancia de la casa. Un único acceso, muy vigilado, quedó abierto para el paso de los habitantes. Se erigieron torres vigía (provistas de walkie-talkies) y el avituallamiento fue organizado en un santiamén. Una reacción así es sin duda el resultado de muchas discusiones, trabajos comunes, complicidades, amistades y relaciones establecidas entre jóvenes campesinos (COPAIN 44) y numerosos ocupantes de la ZAD. Y de una forma tan eficaz que los escuadrones móviles de gendarmes venidos de la región parisina recibieron del prefecto en mitad del camino la orden de parar eso que no podría llamarse sino demostración de fuerza. El 24 por la mañana, el prefecto se comprometió por escrito a no proceder a la “deconstrucción” (sic) de las dos antiguas casas de La Freusière y Saint-Jean, antes del “final del recurso”. Dicho de otro modo, antes de “mucho tiempo” y puede que nunca. Nosotros estaremos ojo avizor.
Los trabajos y los días en la ZAD rara vez son tan claros y placenteros. Sobre todo en estos momentos, con los llamados primitivistas y sus perros. Te mando algunos escritos relativos a las relaciones tensas entre, por un lado, campesinos y ocupas cultivadores, y por el otro, ocupas contrarios a cualquier forma de agricultura y de desplazamiento a motor. Discusiones agotadoras (y sin embargo necesarias, esa es la fuerza de la ZAD, la que permite la presencia en los lugares de mucha gente) con personas que no comprenden o no quieren comprender que su obstinación podría acarrear el aislamiento de la ZAD, acabando en su propia perdición por falta de sostén exterior. A pesar de todo, los campesinos han hecho sorprendentes concesiones (dado su punto de partida que consistía en cultivarlo todo), dejando a los “primitivistas”, diez, y después veinte hectáreas, para que vivan a su manera. Éstos, en cambio, no han puesto nada de su parte. Nosotros tendremos seguramente que entrar a la fuerza en su espacio para reabrir un camino, que es necesario para acceder a muchas parcelas y brinda la única manera de impedir que la ZAD (o la mitad de la ZAD) no se convierta en un campo atrincherado –inhabitable e indefendible-, o en una yuxtaposición de zonas especializadas.
Las asambleas generales son indispensables: permiten una viva confrontación de todos los puntos de vista, aunque no consiga ponerlos de acuerdo. Sin embargo, ofrecen a las distintas posiciones la posibilidad de madurar. No se celebran en vano, a pesar de la ausencia de decisiones comunes debido a la regla intocable del consenso, que podría ser paralizadora si no se avanzara por otros caminos. Son pequeños grupos, siempre compuestos por miembros de diversas tendencias del movimiento de ocupación, los que se crean en caso de urgencia y actúan rápidamente, haciendo llamadas, públicas o no, a la acción según su carácter más o menos legal o peligroso: sabotear un proyecto de Vinci, instalar un hangar, construir o retirar barricadas…, es un proceso frágil, siempre pendiente de un hilo, discutido muchas veces gracias a las múltiples oportunidades de encuentro, la menor de las cuales no son precisamente “los banquetes”. Habrá que afinar la descripción de esta forma compleja, de esta dinámica, a muchos niveles, todos indispensables, evidentemente imperfecta, pero que cuenta muchísimo en lo que ahora es la ZAD.
No me extenderé demasiado sobre el texto de Guy Michel publicado en el nº 3 de Argelaga, que no rinde con exactitud lo que pasaba en la ZAD el verano de 2013. De lo contrario, el “Tercer Diálogo” que escribimos en octubre estaría equivocado.
Elementos de degradación del movimiento, siempre ha habido. Si nos conformáramos con subrayar de un trazo todos esos elementos, obtendríamos un cuadro muy sombrío. Y si separamos las formas inventivas que reavivan la ocupación del territorio, no podríamos entender por qué este dura tanto o por qué resulta singularmente atractivo. Por ejemplo, las formas nuevas de actividad agrícola mediante el grupo “Sème ta ZAD”, nacido a principios de 2013; la explotación salvada en enero de 2013 (en Bellevue) donde se mezclaban campesinos de fuera y ocupantes; las reuniones sobre las luchas del pasado que alimentan el presente; las discusiones continuas entre todos los sectores; las confrontaciones con y contra los oficiales, los políticos, los legalistas (que cada vez lo son menos), los naturalistas; las construcciones incesantes; los cultivos colectivos y la defensa de tierras contra algunos campesinos acumuladores; en fin, todo aquello que constituye la ocupación y la defensa de un territorio en las condiciones presentes, en total ilegalidad: todo esto se da, y a veces dolorosamente. Me parece que los textos y escritos que te envío dan testimonio de esta intensidad. Y no son las “disensiones” las que debilitan “por supuesto” el movimiento -siempre las habrá-, sino la parálisis, la glaciación desgraciadamente posible de las relaciones entre los diversos sectores que componen la ocupación. En el ejemplo dado por Guy Michel (cortar o no una carretera de acceso en junio de 2013) el problema quedó resuelto conservando la porosidad vital de la zona, al dejar la carretera practicable pero con dificultades, rechazando pues la creación de una zona cerrada y, por lo tanto, aislada. Esta solución, impuesta por una mayoría campesina, lejos de debilitar, ha reforzado el movimiento. La crítica de la organización de eventos como la “cadena humana” es justa; también se hizo dentro de la ZAD.
Concluyendo, un movimiento degradado y a punto de “pudrirse” según los deseos y cálculos del Estado nunca habría podido asumir la violencia de la manifestación del 22 de febrero, ni reaccionar tan eficazmente al intento de despliegue de fuerza del prefecto durante el 23 y 24 de abril pasado.
Con amistad
Patrick
Posdata.- Adjunto un texto difundido desde el 30 de abril: “En pro de los comunales en la ZAD”; es un escrito interno sometido a discusión de todos los sectores del movimiento. Gran intento, opino, de dar una posible salida a todo lo que la ZAD ha producido, más allá del proyecto de aeropuerto. Continuará…