Hal Draper, Ediciones RYR, Buenos Aires, 2014
Argelaga
El libro recoge un testimonio directo del Free Speech Mouvement (Movimiento por la Libertad de Expresión) que estremeció a la Universidad de Berkeley durante el curso 1964-65, la mayor movida jamás ocurrida en un solo campus. Como suele suceder, la tensión social provocada por la guerra, la discriminación racial o por la simple explotación de minorías asalariadas, venía acumulándose sin que las autoridades de la Great Society se percatasen. Un simple suceso anodino podía ser la chispa que alumbrase un incendio que dejara perplejos a los dirigentes; por ejemplo, una decisión errónea de las autoridades sobre un tema de importancia relativa, como fue la prohibición de instalar tenderetes estudiantiles en una calle limítrofe al campus universitario de Berkeley, en donde se exponían publicaciones de índole política y social, se repartían hojas, se recogían fondos para causas nobles y se vendían pegatinas y chapitas. La decisión de la administración académica, tomada el 14 de septiembre en nombre de la independencia política de la universidad, tuvo la virtud de irritar a una mayoría de estudiantes, que ni entendían la neutralidad universitaria ante las injusticias sociales flagrantes, ni admitían que la libertad pudiera cimentarse en prohibiciones. Los estudiantes aceptaron el desafío académico y respondieron con veladas por la libertad, manifestaciones en fila india, sit-in (sentadas) e instalación de mesas en cualquier lugar del campus. A primeros de octubre, la negativa de un activista en pro de los derechos civiles a retirar la suya, acarreó su detención por la policía. de inmediato, los estudiantes se subieron encima del coche policial y se sentaron alrededor en gran número, impidiéndole moverse. A partir de ese momento quedaba constituido el Free Speech Mouvement, FSM. Era un movimiento sin líderes, sin centro, sin burocracia real, una especie de organización desorganizada, pero que funcionaba por la fuerza de la voluntad de muchos. Se entablaron negociaciones con la administración y se dio rienda al moderación y a la entente, aunque sin resultados. Los activistas organizaron una nueva sentada en diciembre, contra la cual el gobernador de California envió a la policía; nuevo error que provocó la mayor huelga habida en el país. En enero, el FSM fue legalizado y los nuevos reglamentos aceptaban las peticiones de los estudiantes y retiraba las sanciones; éstos habían ganado. El FSM no se disolvió, y las hostilidades reaparecieron cuando un estudiante colocó un cartel con «la palabra obscena» fuck (follar) como solución a los males del mundo. Un alumno fue expedientado por la lectura pública de fragmentos de «El amante de Lady Chatterley» donde figuraba la dichosa palabra. La hipocresía moral de la sociedad americana resultaba más que ridícula, y al final, hubo dimisiones en las altas esferas. A finales de abril se organizó un nuevo sindicato la Free Student Union, pretendiendo prolongar al FSM.
La revuelta de Berkeley, primer movimiento de masas, constituyó un salto cualitativo en la revuelta americana. Sin embargo, no fue un fenómeno circunscrito en los Estados Unidos, sino que reflejó un nuevo estado de ánimo insatisfecho que se adueñaba de la juventud sensible del mundo capitalista. Sin ir más lejos, en febrero de 1965 se desencadenaba de forma similar en España, en condiciones políticas mucho más duras, un pronunciamiento estudiantil que debutaba con la proclamación de la Asamblea Libre. Los estudiantes de los países industrializados se daban cuenta que formaban parte del engranaje de una maquinaria impersonal, todopoderosa y aniquiladora como era la universidad de masas moderna, pura fábrica de conocimientos y de dirigentes, ajena a los verdaderos problemas políticos y sociales. Muchos encontraron tan absurda esta función que prefirieron sacrificar desinteresadamente sus carreras y su futuro integrado por el incierto combate del derecho y la libertad.